domingo, 18 de enero de 2009

Argamasa (segunda parte)



PARA NARRADORES: Historias en masa

El regalo que Hernández le hizo al emperador generó una relación de íntima amistad. Y también posibilitó que el argentino se convirtiera en empresario. Hijo del cielo viajaba con sus vasos en un coche especial tirado por las mejores yeguas cuando el cochero se detuvo en una esquina. Había una manifestación de trabajadores que reclamaban porque el pasaje de transporte público estaba muy alto. ¡Apura! dijo el mandatario al cochero; éste revoleaba latigazos a diestra y siniestra a sabiendas que si no lograba huir de la concentración sería sancionado. Y ya se sabía cómo eran las sanciones en el Palacio: a Chao Yaun, encargado del cuidado y la limpieza de los vasos, le cortaron la cabeza porque se le cayó uno al piso. Logró zafar el cochero y regresaron a la holgazanería imperial.
Y fue allí, en ese regreso impetuoso e inesperado, fuera de la hora corriente, cuando Hijo del cielo vio salir a Hernández por la puerta privada de acceso al Palacio, la que estaba vedada a todo el mundo siendo de exclusivo uso del emperador y la emperatriz.

continuará

2 comentarios:

Agostina dijo...

Estoy feliz de saber que sos hermano de mi vieja, hijo de mis abuelos, padre de mis primos.
Estoy feliz de saber que una persona como vos forma parte de mi familia.
Te admiro, en muchísimos sentidos.
Agostina

Unknown dijo...

Gracias. Me halaga y emociona. Me encanta tu lado soñador, utópico, literario... No le temas al mundo. Está al revés pero hay que dar pequeñas batallas para darlo vuelta. La mayoría nada aguas abajo, a favor de corriente. Nadar para el otro lado es más difícil pero vale el esfuerzo. Lee mucho, y escribe con el cerebro, las tripas y el corazón. Te quiero mucho.

Elvio