martes, 31 de agosto de 2010

jueves, 26 de agosto de 2010

La Carga



Mi cuerpo estaba allí... nadie lo usaba.
Yo lo puse a sufrir... le metí un hombre.
Pero este equino triste de materia
si tiene hambre me relincha versos,
si sueña, me patea el horizonte;
lo pongo a discutir y suelta bosques,
sólo a mí se parece cuando besa...
No sé qué hacer con este cuerpo mío,
alguien me lo alquiló, yo no sé cuándo...
Me lo dieron desnudo, limpio, manso,
era inocente cuando me lo puse,
pero a ratos,
la razón me lo ensucia y lo adorable..
Yo quiero devolverlo como me lo entregaron;
sin embargo,
yo sé que es tiempo lo que a mí me dieron.

Manuel del Cabral (Dominicano, 1907-1999)

Humorismo

Augusto Monterroso

El humorismo es el realismo llevado a sus últimas consecuencias. Excepto mucha literatura humorística, todo lo que hace el hombre es risible o humorístico.
En las guerras deja de serlo porque durante éstas el hombre deja de serlo. Dijo Eduardo Torres: "El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la Creación; encima se permite el lujo de ser el único ridículo".

Ellos (Humberto Costantini)




Son tan bien,
tan irónicos,
tan finamente sabios,
que uno es un hotentote,
un perdonable bruto
innoblemente vivo todavía.

Ellos esperan,
ellos miran y esperan,
sencillamente esperan.

Tienen un aire dulce de bohemia,
un no sé qué elegante,
una sonrisa tía
(una vez escribieron doce versos
pero bah quién se acuerda),
un gesto roberteilor para ciertos asuntos,
te toleran.

(Te toleran creer, desgañitarte,
andar despellejado por el mundo,
te toleran hundirte hasta el no entiendo,
hasta el no puedo más,
o hasta las lágrimas.
Te toleran nacerte una mañana,
y asombrarte y reírte como loco
y seguirte y seguir
y adónde está esa vida y vengan cartas.
Te toleran tu angina, tus horarios,
tus deudas,
tu vino peligroso en ciertas noches,
tus camisas, tus ganas.
Te toleran morir cuarenta veces,
te toleran salir y enamorarte,
te toleran vivir loco de vida.)

Claro, tienen paciencia,
tienden redes,
dicen como diciendo todavía,
te ofrecen su fraterno aburrimiento,
te ofrecen lindos nichos,
te convidan.

A veces se insinúan sonrientes como putas,
tiran viejas carnadas,
te dicen que los otros,
que fulano,
es así
que vos en cambio...

Luego esperan,
te sonríen y esperan,
sencillamente esperan.

Yo no les tengo lástima,
quisiera
verlos chisporrotear en el infierno,
dando vuelta el manubrio de sus nadas,
bebiéndose sus muertes venenosas
como un aperitivo.

Humberto Costantini

martes, 24 de agosto de 2010

CUENTACUENTOS


BUENOS CUENTEROS PARA ESTE SÁBADO

EL PAÍS DE LAS PALABRAS QUE SE LLEVA EL VIENTO

Aquel “Subsuelo de la Patria sublevado” del que magistralmente escribiera Scalabrini parece haber sido reemplazado por un yacimiento de palabras que no se condicen con la actuación de los que las emiten. Subyace en el ámbito cotidiano un país que frena, desgasta, socava, asfixia y enoja el quehacer diario. Se trata de un estado permanente que no es necesariamente el ámbito de “los políticos”, como gusta decir a la Derecha; es el país de los chantas, de los que dan una palabra y no la cumplen, que tiene su raíz en los pequeños acontecimientos del día. Ejemplos hay muchos pero voy a referirme a situaciones personales que bien pudieren trasladarse a cualquiera vecina/o porque abundan y permanecen. Cuando yo era por ejemplo, Director de Cultura o Gerente del bingo sufría menos que ahora esa falta de palabra; tal vez porque me veían en una posición de “poder”, digamos. Pero ahora que trabajo de sodero y ando en una camioneta modelo 65, quizás, supongan los interlocutores más actuales, que puedan abogarse el derecho de prolongar eternamente respuestas, compromisos adquiridos y dosis mínimas de respeto social. Cuando escribo en términos personales no entienda quien lea que intento victimizarme; por el contrario: el trabajo dignifica; y en la calle y con los vecinos se aprende y se crece. Doy ejemplos personales convencido que situaciones así le suceden a la mayoría de los ciudadanos. En el ámbito de mi trabajo me he entrevistado, personalmente y por teléfono con una decena de personas (para no exagerar cantidad) a las que abordé por diversas circunstancias. En un alto porcentaje (para no volver a exagerar y parezca increíble) el verso (no poético sino del otro), el “Te llamo mañana”, “Hoy lo resolvemos”, “Quedate tranquilo” ha sido el irrespetuoso común denominador de las respuestas que nunca llegan. Uno se queda esperando, como un boludo, así, mirando el teléfono que nunca suena, el correo que nunca te escribieron, la respuesta que navega en el mar de las chantadas. Hay un país de las palabras que se lleva el viento que impide caminar a paso redoblado. En la generalidad esos habitantes del desprecio por el valor de la palabra son los primeros en echarle la culpa a los políticos, o en acercarse a ellos por lo bajo para pedirles favores, para luego vociferar en las peñas amistosas o en suculentos almuerzos familiares, la indignación que les generan los dirigentes de este país. Pero el país, estimados lectores, funciona o no con las actitudes de sus habitantes de carne y hueso que a diario ejercen el derecho y el deber de poner en marcha el pequeño motor de las cosas sencillas. Y en general a ese motor lo encienden muchos tipos que tienen la chispa confundida: se redimen laboriosos y atareados y con esa excusa te mandan al olvido.

Elvio Zanazzi