martes, 28 de junio de 2011

CONTINÚA EL CICLO LITERARIO “HASTA ROMPER LAS CUERDAS”

EN SAN NICOLÁS

El miércoles 29 de junio, en el horario de las 18,30 horas, continúa el ciclo literario organizado por la Asociación Nicoleña de Escritores (A.E.N.) “Hasta romper las cuerdas… La poesía en la voz de sus autores”.
El mismo se lleva a cabo en las instalaciones del Rotary Club de San Nicolás (calle De la Nación 340, final del pasillo a la izquierda, local 15), entidad ésta que se suma al evento con su auspicio.
El nombre del ciclo corresponde a un verso del gran poeta nicoleño Andrés del Pozo, quien en su poema “Ha de volver mi sangre” sostenía -como una hermosa arenga- “Cantad, cantad poeta…hasta romper las cuerdas”.
Cada convocatoria del ciclo, de no más de una hora de duración, comporta la participación de cuatro poetas, los que leen al público sus obras por el término de 12 minutos cada uno.
Se contempla también, la realización de un cuarto intermedio donde la gente puede degustar café y dulces, e incluso adquirir las obras publicadas de los poetas participantes, que estarán exhibidas al efecto.

Poetas que leerán:

Para este miércoles 29 de junio, a las 18,30 horas, el ciclo “Hasta romper las cuerdas…La poesía en la voz de sus autores”, organizado por la Asociación de Escritores Nicoleños (A.E.N.) ha convocado a los siguientes poetas:

MARIO VERANDI:
Nació en San Nicolás, en 1926. Poeta, narrador, actor, director de teatro y artista plástico. Miembro integrante del Grupo Bonaerense “Arroyo del Medio”. Participó en distintas antologías, entre ellas: “Un siglo de poesía argentina” (SADE, 1977); “Primera antología del cuento nicoleño” (FESN,1984); “Primera antología de la poesía nicoleña” (FESN, 1986); “Anuario de poetas argentinos” (Ediciones del Dock, 1989); “Segunda antología de la poesía nicoleña” (FESN, 1992) y “Letras argentinas de hoy” (Editorial de los Cuatro Vientos, 2003). Publicó los libros: “Doce poemas” (compartido con Alfredo Omar Busch y César Bustos, 1949); “Cuadernos del hechicero I” (FESN, 1984) y “Cuadernos del hechicero II” (Primer premio poesía, en el VIII Certamen Nacional de poesía y narrativa breve de la Editorial de los cuatro vientos, 2006). Figura en el libro "Escritores nicoleños contemporáneos -aproximación a una exégesis /Tomo III" (Yaguaron Ediciones, 2007).

CELINA CÁMPORA:
Nació en San Nicolás, en 1963. Poeta. Integró el Taller de Expresión Poética de la Escuela Municipal de Lengua y Literatura "Andrés del Pozo”. Coordina Talleres literarios. Participó, con su obra en diversas antologías, entre ellas “Al filo de los nombres” (Editorial Amaru, 1992); “Segunda antología de la poesía nicoleña” (FESN, 1992) y “Mujeres poetas en el país de las nubes"(México, 2001). Publicó los libros “Revelación de la palabra” (Arte/Reda, 2001); “Presagios del escampe” (Noceda Editores, 2002); “Crepúsculo del agua” (Relámpago Ediciones, 2004) y "Libro de las puertas" (Editorial Vinciguerra, 2008). Figura en el libro “Escritores nicoleños contemporáneos – aproximación a una exégesis / Tomo II y Tomo III” (Yaguarón Ediciones, 2005 y 2007).

MARÍA EUGENIA MAIZTEGUI:
Nació en San Nicolás, en 1972. Poeta y narradora. Integró el Taller de Expresión Poética de la Escuela Municipal de Lengua y Literatura “Andrés del Pozo”. Coordinó talleres literarios. Participó, con su obra, en diversas antologías, entre ellas: “Perfiles del fuego” (Faro Editorial, 1993) y “Tijeras en el viento” (Yaguarón Ediciones, 1994). Publicó los libros “Poemas bajo llave” (conjuntamente con María Cecilia Civlotti, Silvia Mathieu y Cintia Bravo, Dei Genitrix, 1998); “Voces clandestinas” (Faja de honor de la SEP y la ADEA - Ediciones Relámpago, 2000) y “Voces de un país en lluvia” (Primer premio Certamen Nacional de poesía y Cuento Junín País / Ediciones de las tres Lagunas, 2003).


MARTA RUFFINI:
Nació en San Nicolás, en 1940. Poeta y narradora. Integró el Taller de Expresión Poética de la Escuela Municipal de Lengua y Literatura” Andrés del Pozo”, y participó con su obra en las antologías de dicho Taller, “Tijeras en el viento” (Yaguarón Ediciones, 1994) y “Ángeles de sobremesa” (Yaguarón Ediciones, 1997). Asimismo, integró otras publicaciones antológicas, entre ellas, la “Segunda antología de la poesía nicoleña” (FESN, 1992); "Génesis y perduración" (Dei Genitrix, 1998); "El ojo de los dioses" (Ediciones Kabhalah, 1999); "Hacia el tercer milenio -Tercera antología de la poesía nicoleña" (FESN, 1999). En el año 1998, el sello editorial Yaguarón Ediciones, le publico su poemario “Plegar la noche" y en el año 2009, su libro de vivencias "Postales de la memoria".


Cabe destacar que el presente ciclo es totalmente libre y gratuito para todo público y se invita a todos los amantes de la poesía lugareña a participar del mismo, apoyando de esta manera a nuestros poetas.

martes, 21 de junio de 2011

CHAU MAMA, ME VOY P’AL CIELO

En la familia Batalla, el que no es médico es loco.... Y no hay ningún médico en la familia. Eso solía decirse cuando se remitía a la genealogía de uno de los apellidos más populares y también más queridos de nuestro pueblo. Porque los Batalla eran buena gente, casi todos muy trabajadores, vecinos sin abolengo pero con muchas virtudes. Eso sí: tenían fama de ser de arranques repentinos, en frío. Poco les costó entonces apropiarse todos los Batalla del apelativo de “Loco”, que fue cayendo como cascada hereditaria en cada uno de los nacimientos masculinos. Si era varón, sería el Loco Batalla, no importaría si resultara ser un hombre atinado y prudente, médico, barrendero o pacifista. Igual aquí, se nace y se vive en razón de las definiciones precisas y -en muchos casos exageradas y hasta injustas- de una sociedad ávida de motejar a los demás.
Roberto Batalla sería el cuarto varón de la familia. Y este sí que se lo ganó rápido al apodo. Apenas en la escuela primaria, provocó la renuncia de una maestra que al descuidarse, permitió que el niño hiciera de Tarzán hasta la comisaría vecina, con una soga que colgó de la planta de pipas. Su arribo aéreo a la zona policial estimuló el alboroto de algunos presos momentáneos que por poco se le amotinan al comisario. De chiquito le gustaban las alturas. A los ocho años ya mostraba orgulloso las marcas de sus travesuras: fractura expuesta en el codo izquierdo producida por una caída de cinco metros de altura, cuando quiso bajar un nido de cotorra desde un viejo eucalipto.
Por eso, que a los treinta años se le ocurriera experimentar con aquella idea, no asombró a nadie. Si la cigüeña –que es bicho pesado- vuela, el hombre debe volar. Esa premisa lo siguió al Loco durante largo tiempo, y tanto la repetía por todos lados, que terminó por creérselo definitivamente, y así, obrar en consecuencia.
Lejos habían quedado ya las experiencias de comer lombrices, o esconder los ojos detrás de una hinchazón prominente por picadura de abejas con las que –según el loco- mantenía un fluido diálogo sobre cosas profundas.
Lo del peso de la cigüeña no tiene demasiado fundamento técnico, pues ese ave ciconiforme no llega a pesar más de tres kilos. Tal vez la extensión de dos metros de una ala hasta la otra, quizás la longitud de un metro del bicho, a lo mejor las características morfológicas cuyo contraste entre el color blanco de su cuerpo y el negro del final de las alas, o el pico largo, o sus patas altas y rojizas, hayan impresionado tanto al Loco Batalla como para decidirlo a la comparación con el Hombre-Cigüeña, y su argumentación respecto de aquella idea trabajada minuciosamente durante tanto tiempo.
Por lo demás, no tiene mucho punto de coincidencia. La cigüeña se alimenta de roedores, reptiles, peces y langostas, y pone huevos. Pero hay un elemento que probablemente haya seducido al Loco Batalla para relacionarla con el ser humano: el vuelo. La cigüeña anida en árboles de gran porte, así como en edificios altos de los pueblos, en sitios complicados para el acceso de personas tales como campanarios de iglesias o chimeneas. Y en el campo se la suele ver después de las cosechas, cerca de lagunas o cualquier espejo de agua. En definitiva, es un bicho libre, acróbata, migratorio.
Seguramente todas estas cuestiones hayan apasionado tanto al Loco Batalla para decidirlo a comenzar con la construcción de un arquetipo similar a las formas de la cigüeña, una estructura liviana y lo suficientemente equilibrada en peso, medidas y articulación que lograsen que un hombre pudiera volar por motus propio, sin la ayuda de motores ni combustibles. Vuelo a sangre, o vuelo a viento nomás, repetía el loco en el café del club, ante sus amigos y parientes, y sólo, en el galpón del fondo, donde alistaba alambres, plumas, pegamento y trozos de tela.
Cuando consideró que todo estaba listo, y luego de haber realizado varias pruebas en pista, dio la noticia a su familia. El domingo, a las diez de la mañana, tendría su vuelo de bautismo. Lo comunicó en el almuerzo, que era el momento de reunión familiar, y les pidió que estuvieran todos. Que en próximos vuelos tal vez invitara a otra gente, vecinos y amigos, pero que por ser el primero prefería limitar el privilegio a su entorno inmediato, lo cual emocionó a su madre, provocó la tos nerviosa de su hermano menor y un silencio mezclado con descreimiento por parte del resto de los comensales.
El tiempo se convirtió en cómplice de la heroica aventura del Loco Batalla. Era una bella mañana de sol, con la brisa regular de la cercana primavera y la escasa humedad que permitió que los techos de los extensos galpones de la casa de campo evaporaran pronto los últimos vestigios de rocío. La familia se reunió en su totalidad, en tierra, a unos veinte metros del galpón tal como lo solicitó el futuro hombre cigüeña. El Loco subió la escalera, ayudado por su hermano más chico, el más enfervorizado entusiasta por lo que vería en instantes y al que se notaba menos perturbado. El pequeño lo ayudó también a subir la estructura de vuelo: dos alas enormes y un armazón de alambre, dentro del cual, el Loco Batalla se lanzaría al vacío.
Cuando todo estuvo listo, el Loco se dirigió caminando lentamente por el techado de los viejos galpones, en dirección contraria a la zona de despegue. Su madre había entrecruzado ya los dedos de sus gastadas manos, rezando en voz baja. Los demás miraban fijamente la punta del techo del galpón esperando nerviosos la llegada del hombre. Fue un instante de dudas para ellos. Unos, pensando en que podría caerse con desenlace trágico, otros, especulando interiormente con un futuro promisorio para todos, porque si salía bien, eso iba a trascender y posiblemente derivar en próximas presentaciones con alguna recaudación extra a los ingresos económicos del hogar. ¡Ahí viene! –gritó el más chico- y comenzaron a oírse las fuertes pisadas sobre las chapas, cada vez más cerca, cada vez más ruidosas.
Cuando hubo llegado casi al borde del techo, el Loco Batalla, jugado en su carrera, dio el grito de guerra: ¡Chau mama, me voy p’al cielo! Y se arrojó al vacío, extendiendo una longitud de brazos y alas de casi cuatro metros. Los siguientes tres segundos transcurrieron entre confusiones, choques y gritos de la familia, algunos buscando ayuda para llamar una ambulancia, otros, para tratar de sacarlo de la parva de guinea. La pluma de un ala se fue volando suavemente hasta perderse pronto en la mañana tibia.


Elvio Zanazzi

domingo, 12 de junio de 2011

MARTÍN PALERMO


Dicen que la capital de Sicilia se llama Palermo desde tiempos milenarios. Discrepo con esa posición. Puede ser que sus habitantes crean en esa corriente histórica, pero se sabe que a veces, la historia de justifica por repetición y no por veracidad científica. Palermo se llama así desde el 30 de septiembre de 1997 cuando una tarde soleada, a pura tinta rubia, un tal Martín hizo, con su pierna cambiada el primer gol en Boca. De allí surge, parece, el nombre de Palermo para la capital de la estoica isla italiana. Es una gentileza boquense para con los italianos que enviaron del norte el cántico xeneise y recibieron para el sur el nombre del gol para Sicilia. Así, un héroe milagrero navegó los mares de Europa, aunque radicado siempre en el corazón del Riachuelo, ese charco oloroso, gardeliano y centéyico. Más de doscientas veces hizo que ese objeto mágico llamado Pelota entrara en los tres palos para gritos y cantos, lágrimas y delirios. ¡Tantos erró!, critican los contrarios.. Pero yerran los que van decididos a lograrlo, los que se juegan la vida en el intento, los que no especulan con derrotas ni vergüenzas. Por eso es mentira que la capital de Sicilia se llama Palermo desde antes del 30 de septiembre de 1997, es un error óptico, un nuevo escándalo italiano. Si basta con recorrer algún domingo cualquiera, una tarde de choripanes y canciones, una cancha que late y que suspira y un leve viento que a pasos se agiganta con un canto milagrero y la voz de pueblo que empieza con P.

Elvio Zanazzi