domingo, 29 de marzo de 2009

EL CRISTO DE CERÁMICA

I

Ezequiel era un curita joven. De esos modernos o tercermundistas, o "evolucionados", o como quieran llamarles. Lo cierto es que leía tanto la Biblia como a Marx, que asistía a las cárceles, convivía con los pobres, ayudaba en las "villas miseria", distribuía ropa usada, medicamentos. En fin, no era un cura tradicional, de aquellos que gustan comer en las casas de los ricos, o meter las manos en las alcancías, u organizar colectas, o adornar bien los altares cuando se casa "gente de plata".
Cuando en el país gobernaban los "parapoliciales", tuvo dificultades serias. Fue amenazado, perseguido, y, una noche, cuando vinieron a buscarlo para llevarlo al matadero, tuvo suerte y logró escapar. Nadie más volvió a verlo en el "barrio chino" por cuatro o cinco años, y se refugió en otra ciudad. Disfrazado en Buenos Aires hasta que se olvidaron de su persona, Ezequiel no perdía su tiempo. Y, siempe en busca de nuevos ideales que le permitieran seguir, entró en un taller de cerámica con el propósito de estudiar.
Allí tuvo suerte, porque contactó con un viejo profesor, con el que hizo buenas migas, pudo conocer el mundo secreto del trabajo con barro y soslayar la "ceramiquita maricona" que se hace enla mayoría de los talleres ciudadanos.
Se apasionó por la escultura, por el gres, por las altas temperaturas.Logró sublimar las formas a través de las técnicas y tuvo suficiente fortaleza como para saber sobrellevar una desgracia de taller: la mejor pieza suya, con grandes cristales azules, fue arruinada dentro del horno por un engendro que había hecho la mujer de un militar. Pese a todo, eso era un símbolo para él. El mensaje de su vida, y así lo comprendió.
Pero Ezequiel era cura, y la cerámica no le impedía serlo.. Al contrario, lo ayudaba. Cuando el hombre está integrado, cuando él es él, todo coadyuva.
Y un sentimiento nació muy hondo dentro de su alma: llevar la cerámica a los altares. Hacer una imaginería religiosa moderna y sincera, en lugar de esos Cristos afeminados o de esas vírgenes de yeso, decoradas con oro y labios pintados.
Y lo visitó al Obispo. Y le habló de sus proyectos. Y le mostró fotografías de sus piezas. Hasta que después de bregar mucho, y de hacer antesalas y cabildeos, consiguió que a medias le encargaran un Cristo, con la recomendación de que nosea "demasiado moderno", no fuera que al Cardenal no le gustara.
y el Cristo fue hecho. Lo hizo es gres marrón, sin colores, sin brillo, sin esmaltes, sin oropeles. Dentro de un estilo actual, abstracto y sobrio, pero lleno de pasión. y fue colocado sobre un altar nuevo, en una capilla privada de la Curia.

II

Por entonces gobernaba la arquidiócesis el cardenal Arampupo, uno de esos tradicionalistas momificados que siempre hallan la forma de "decir que sí" a los militares; y que callaron cuando les convenía callar, y hablaron cuando les convenía hablar. Bien los conocemos: son esos típicos prelados argentinos que gustan de sentarse a la mesacon los generales, de celebrar misa para ellos, en fin ... ¿Se lo imaginan visitando una fábrica, o unoa "villa miseria", o una cárcel? ¡Qué horror!
Nunca olvidaré su rostro farisaico, cuando hace algunos años una periodista por televisión le preguntó a Arampupo acerca de la lucha "antisubversiva": "Hay que extirpar..." contestó el Cardenal dirigiendo al suelo sus falsos ojitos esquivos, con lo cual quería decir que la sangre derramada, las torturas, los asesinatos y las incineraciones de millares de jóvenes estaban plenamente justificados porque al tumor "había que eliminarlo".
Monseñor Arampupo -tan ocupado comoestaba con esas "cosas importantes"- ni sabía, o apenas estaba enterado, de la existencia del curita Ezequiel ni del encargo del Cristo para la nueva capilla privada. Hasta que un día la capillita se inauguró yal Cardenal se le antojó decir la misa.
Empezar con el introito y dirigir la mirada al Cristo de cerámica fue todo uno, como así también fue único el patatús que casi le dio al Cardenal al ver en su capilla a un Cristo abstracto, hecho al estilo de esos artistas actuales, "todos pecadores de izquierda", sin duda.
Terminada la misa, ya en la misma sacristía, el Cardenal ordenó al Obispo retirar esa "imagen sacrílega", que a él le parecía la cara del Diablo, y preguntó quién la había hecho y cómo se arregló el encargo.
-Fue el padre Ezequiel, Eminencia, el que me engañó con ese estilo "de vanguardia"... Yo le dije bien claro que no lo hiciera tan moderno... Por otra parte, aún no se le ha pagado nada...él corrió con todos los gastos...-aclaró presuroso el Obispo, salpicándose de saliva y miedo.
-No es sólo el estilo -dijo el Cardenal-, más me asquea el uso de ese material innoble... usado para hacer caños o ladrillos. Si al menos lo hubiera hecho de mármol, o de bronce, o de yeso dorado que simboliza el oro... Vayan al Vaticano y erán que allí no hay ninguna imagen de cerámica.

III

Esa misma tarde el Cristo fue quitado. Con prisa, no fuera que el Cardenal se enojara si volvía a verlo. Y, como siempre sucede con estas cosas, la soberbia escultura se quebró en dos pedazos, sobre la línea de corte del ahuecado.
Cuando el padre Ezequiel fue llamado para retirarla, encontró las dos partes en el rincón de un patio, junto a unos trastos y desperdicios.
No se animó a preguntar por el Obispo, pues bien sabía que ni siquiera lo recibiría. Al Cardenal nunca lo habíaconocido personalmente. Pero Arampupo tenía su oficina sobre el patio, donde habían arrojado el Cristo de gres.
Mientras Ezequiel se hallaba inclinado recogiendo los pedazos que quedaron de su obra, sintió como dos agujas afiladas clavadas en la nuca. Eran los ojos del Cardenal, que observaba la escena desde arriba, por detrás de sus cortinas.
-Si al menos lo hubiera hecho de mármol, o de yeso dorado que simboliza el oro... -repetía para sí Arampupo-.
Mientras tanto, el curita Ezequiel esa tarde parecía haber envejecido quince años, y su pelo renegrido, visto desde los ventanales del Cardenal, parecía canoso, o evanescente.

IV

-Eminencia, lo esperan a las cinco en la Junta Episcopal para tratar el tema de los "desaparecidos" -lo distrajo el Obispo-. ¡Ah, sí, por cierto, ese tema me interesa mucho... ahora cuando no hay peligro de que reaparezcan...! -replicó Arampupo con risa burlona, contenida... mientras acomodaba las patillas de oro de sus lentes, sobre sus orejotas lívidas y acartonadas.

Jorge Fernández Chiti
de su libro "Poemas Tremendos"
(ninguneado por la "Cultura oficial")

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué lindo cuento el del maestro Fernández Chiti. El cardenal "Arampupo" fue sin duda Aramburu, de triste recordación...
Con razón ese libro estuvo prohibido... Pascual