viernes, 13 de marzo de 2009

De Susanas, Marcelos y sentidos.

Había una vez un Pueblo al que se le había perdido la Palabra. Sus habitantes circulaban mudos y, de no oír, muchos comenzaron a quedarse sordos. Sólo unos pocos ciudadanos mantenían el habla, pero lo guardaban para ocasiones especiales, temiendo que en la exhalación se fueran para siempre las vocales y los verbos. Ese pequeño grupo se reunía en torno de fogones una vez a la semana: sostenían que el fuego mantiene caliente la Palabra y además brinda luz, por si el mal se extendía a los ojos.
La pérdida de la Palabra sobrevino a un temporal, un clima raro, pegajoso, hostil a la piel, una especie de llovizna que al retirarse dejaba un gusto amargo en la lengua. Durante la tormenta, sólo se escuchaban las voces de los más poderosos del Pueblo: Las susanas, que eran propietarias de las estancias más vastas y ricas de la comarca; los marcelos, sostenedores de los mayores exabruptos e indignidades que –por cotidianos y penetrantes- terminaron siendo aplaudidos por gran parte de la sociedad. Ellos hicieron grandes fortunas. La iglesia sacó también comunicados. Ninguno mencionaba sus vergüenzas por miles de años de licencias en nombre de dios, desde la permisiva traición a los postulados de Cristo, al silencio ante las guerras inventadas por los imperios, a la coparticipación en gobiernos de muerte. Los dirigentes del Pueblo procuraron navegar en ese mar de desconcierto, yendo para donde el viento llevaba las velas, con minúsculas excepciones claro, mujeres y hombres que terminaron en los fogones o perdieron el habla de inmediato. Susanas y marcelos se hacían oír a través de los ecos del monte que rodeaban el poblado. Y esa resonancia era el arma de mayor poder en la región. Y entonces, la mayoría, terminó por convencerse de que la única Palabra verdadera era aquélla: la proveniente de esa caja revererante que emitía sonidos de terror. Y así comenzaron a desaparecer vocablos como ternura, solidaridad, igualdad, reparto, equilibrio, amor. Otros convirtieron su significado: la palabra Justicia pasó a definirse en el nuevo diccionario como: “Eliminación de villas de emergencia, desaparición de niños de piel oscura, seguridad, pena de muerte”. La gente comenzó a asegurar que la culpa de todos los males estaba en los pobres, en los indocumentados que invadieron el Pueblo, en los haraposos que hablaban de Derechos. Lo percibían a diario por las voces del monte, por el clima pastoso, por los bramidos de los defensores de la propiedad privada, por los oficios de la iglesia, por los dirigentes apetecidos de sostener sus acaudalados modos de vida. Sólo el pequeño grupo de los fogones mantenía intacto uno de los sentidos: el olfato.



Elvio Zanazzi
12 de Marzo de 2009

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