miércoles, 4 de marzo de 2009

ARGAMASA (cuarta entrega)


El reciente cuidador de vasos era un joven llamado Solgo y pronto sería requerido para otros quehaceres. Pero de ello diremos luego. Hablemos ahora de la emperatriz Lin Yo Huan, de la dinastía de los Sindares . Proveniente de una tradicional familia de Pekín, Lin se crió en palacios y jardines cumpliendo las tradiciones de los elegidos. Hija de padre guerrero y de madre sumisa y tierna, vio pasar desde pequeña las bondades de los privilegios y las maldades del poder. Su niñez transcurrió en la cáscara del poder. Educada con las formalidades de los arcaísmos familiares mostró desde temprana edad habilidades y talentos que sorprendían a los grandes Maestros del Palacio. Era conocida la rigurosidad de la enseñanza; en ello los Sindares se destacaron por décadas. Los mejores maestros eran traídos desde cualquier punto de China, bien pagos y absorbidos íntegramente para la educación de los futuros gobernantes del mayor imperio del planeta. Lin se las arregló para –además de cumplir con las normas de vida tradicional- “espiar” la vida real fuera del Palacio. Utilizó hábiles recursos que le permitieron salir con maestros y custodias fuera de las anchas paredes y enormes salones de la residencia. Reveló vocación por la botánica y pasión por las especies, inclinación que poseía pero exageraba para habituar visitas al campo y exploración del bosque y vegetación de la comarca. Allí descubrió Lin que la vida de los otros no era parecida a la de ella, que había pobres por doquier y sonrisas y tristezas en los rostros de la gente.

Elvio Zanazzi

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