domingo, 8 de febrero de 2009

DIMOS PROMESA DE VOLVER


Cuando se me detuvo encontré para mí dos armas.
Una: la huelga de hambre hasta que el hueso del canto
se quebrara, dos: escribir
hasta que el hueso del canto me reemplazara.
Leonardo Castillo


Leonardo Castillo había escrito su primer libro en nueve días. Lo tituló “La Magia más vieja” y estaba claro que se refería a la libertad. De esos nueve días, ocho los pasó detenido en la Comisaría de Ramallo, preso de la dictadura de Onganía. Cuando salió de su encierro viajó a Montevideo invitado por una familia ramallense que se había radicado hacía un tiempo en Uruguay.
El actor Federico Luppi (ramallense como Leonardo) había grabado un disco titulado “Hombres desde Acá”, conformado íntegramente por poemas de Leonardo. Ese disco comenzó a transitar por distintas geografías, cruzando fronteras, llegando con mucha fuerza a Uruguay. El escritor se sorprendió por el reconocimiento de su obra por buena parte de la prensa uruguaya. Fue invitado a distintas audiciones radiales y televisivas y entrevistado por medios gráficos. En reiteradas ocasiones, mientras participaba de entrevistas radiales, recibía el llamado de una oyente, Raquel de Ambrosi, quien se identificaba con la poesía de Castillo. Una noche Raquel lo esperó a la salida de la radio. Café de por medio Raquel contó su historia. Había perdido recientemente a su marido en un accidente aéreo y trataba de salir adelante después de esa tragedia, criando a tres hijos, dos adolescentes y Teresita, la menor, la más retraída, la que no quería salir de su casa, la que más esperaba al padre.
Raquel invitó al poeta a cenar a su casa, y Leonardo fue gustoso, pensando fundamentalmente en Teresita, en dejarle a ella algo que le fuera útil, algo que la sacara de la tristeza. Se encontró con una niña conversadora, inteligente, de salidas espontáneas. Estudiante de francés, remarcó ella. En el transcurso de la cena sonó el teléfono que atendió Raquel; la llamada era una invitación de una amiga de Teresita para juntarse a jugar al día siguiente. Y en el No rotundo de la niña apareció aquella que la madre había descripto.
Después de cenar la pidieron a Leonardo que leyera su libro (aún inédito); mientras el poeta leía lentamente Teresita permanecía callada. Los poemas fueron grabados en aquellos viejos aparatos a cinta. En los días sucesivos la niña invitaba a sus amigas a escuchar al que había incorporado como “el Poeta de su vida”. Y comenzó a salir, repitiendo a su madre que si Leonardo hace lo que hace y dice lo que dice sobre los niños, ella también va a salir desde ahora por esos chicos.
Algunos días después Leonardo recibió una llamada telefónica para invitarlo a almorzar al día siguiente; era un amigo periodista que habitualmente lo entrevistaba. Pero alguien se había hecho pasar por su amigo, lo comprobó por un encuentro casual con éste. Su tiempo en Montevideo estaba concluido. En cuestión de horas se hizo tiempo para llamar a sus amigos y despedirse. Buscó a Teresita, pero estaba en la clase de francés. Minutos antes de salir para el aeropuerto la llamó por teléfono. ¿Cuándo volvés? Preguntó Teresita y Leonardo le hablaba de los juegos y los sueños y a cada comentario la niña reiteraba la pregunta ¿Cuándo volvés? Pronto –respondió Leonardo- pero mientras tanto te propongo que hagamos un pacto: Vos te encargás de cuidarme el aire y los pájaros de Montevideo y yo me encargo de cuidar a los niños. Ahora, si querés hablar conmigo, si tenés algún apuro, alguna urgencia, algún sueño que contarme, te vas al muelle, en Pocitos, y desde ahí hablame que yo voy a oírte. Y lo mismo haré yo desde mi costa, desde mi muelle y estate segura que te escucharé como estoy seguro que me escucharas tú cuando te hable.
Tiempo después La Magia más vieja fue editado y al prólogo original el poeta agregó una línea más: “Para los que nos esperan y dimos promesa de volver”.


Elvio Zanazzi

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