martes, 10 de febrero de 2009

ARGAMASA (tercera entrega)



PARA NARRADORES: HISTORIAS EN MASA

Hijo del Cielo ingresó escoltado por los guardias. Tenía el ceño fruncido y se frotaba los dedos de la mano derecha. No parecía estar más crispado que de costumbre. Su espíritu guerrero y la autoridad legada por generaciones habían templado en él un aire de sublime paciencia. Nadie notó su desarticulada y sanguínea expresión que le había generado un temblor irregular en el párpado izquierdo.
-Eres bienvenido- dijo enfática la emperatriz, sorprendida por la prontitud del regreso de su esposo.
Ha habido una manifestación en la calle de los Arcos –habló con firmeza, sin mirarla y colocando su capa en una percha de oro el emperador-; “el vulgo reclama por el costo del transporte. La culpa la tienes tú por haberme sugerido permisividad con el pueblo, paciencia con los proletarios, piedad con los cultivadores, caridad con los artesanos. ¡Todo un pergamino de resuellos y bondades tenía preparado la emperatriz! Y no sólo eso. También un petitorio de autorización para aumentar el boleto de transporte, ya que le había parecido a la señora que en la cena del jueves el joven Hernández se había abstraído de tal requerimiento por respeto a la sobremesa”… pero habían quedado por interpretadas –interrumpió la primera Dama- las razones necesarias para tal aprobación en tanto vos mismo, mi Señor, te habías quejado del alto costo del heno y de los alquileres de las caballerizas producidas por la crisis financiera en el país del Norte.

¿Has contratado ya otro cuidador para los vasos?
Pues he citado al señor Hernández para que sugiera algún candidato que quisiera correr el riesgo de perder su mano o su cabeza, pues tu mismo has dicho que Hernández viene de una raza de hombres sufridos y conoce como nadie a los audaces y desesperados.

Al otro día el salón exclusivo para colocar los cincuenta y cinco (ahora cincuenta y cuatro ) vasos de porcelana azul contaba con los servicios de un nuevo cuidador, a quien el emperador le había dado las recomendaciones de rigor: Si un vaso se raya, te cortaré la mano; si un vaso se rompe, rodará tu cabeza…

Continuará…

Elvio Zanazzi

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