jueves, 5 de febrero de 2009

DEL LIBRO INÉDITO "ME DICEN MATE COSIDO" (E. ZANAZZI)


GANCEDO Y UNA CARTA EXTORSIVA


Ernesto Vildósola pasaba sus tardes sacando cuentas en el negocio más próspero de Gancedo, pueblo pequeño del noroeste chaqueño, cerca del límite con la provincia de Santiago del Estero. Ramos generales, maquinarias para los colonos y algún que otro menudeo ventajoso hacían de Vildósola un creciente comerciante, ajeno a los recodos de las privaciones. Un buen día, Eusebio Zamacola –que por entonces habitaba ese pueblo olvidado- decidió escribirle una carta mediante la cual le pedía la suma de cinco mil pesos, simplemente alegando que los necesitaba. Vildósola, asustado, recurrió a la policía. La carta detallaba además, la forma en que ese dinero debía ser entregado: por tren, un día jueves, en cierto horario y lugar, debiendo arrojarse en un sobre envuelto en papeles de diario, a la seña de luces de linterna.
La policía comenzó a tejer una estrategia para “cazarlo” en el momento oportuno. Vildósola acataba cada indicación y sugerencia de las autoridades policiales que se frotaban las manos con la posibilidad de quedarse con semejante presa. Así comenzaron a inventarse convenidas excusas demorando la entrega de la plata y ganando tiempo para tenderle la mejor trampa. El Vasco, agotando su paciencia y enterado que la policía lo cercaba, escribió una última carta a Ernesto Vildósola:

Sr. Ernesto Vildósola:
Déjese de andar embromando con policías y guardianes que de nada le servirán cuando llegue el momento del peligro, y dispóngase a entregar los cinco mil pesos o de lo contrario ya puede ir encomendando al diablo su alma negra de almacenero. Convénzase que pese a todas las medidas no podrá evitar que podamos hacer una descarga sobre su casa el día y hora que a mí se me antoje hacerlo. Si ya no le he dado un escarmiento y si espero un día más para que buenamente me entregue ese dinero es solamente por dos razones: primero y principal porque sé bien que una descarga hecha así, a mansalva, muy bien puede resultar una víctima inocente, una mujer o una criatura por ejemplo, lo cual desearía cuidar a toda costa. Aunque si esto llega a ocurrir, moralmente usted será el más responsable por su actitud suicida. La otra razón, de menor peso que la primera, consiste en que me gusta saberlo con miedo. Siento el placer que debe sentir el gato cuando juega con el encantador ratoncillo antes de darle el zarpazo final. Si su gesto de negarse a entregarme el dinero fuera producto de un espíritu bien templado y rebelde, yo mismo sería el primero en admirarlo, pero esa rebeldía poco obedece a las sugestiones de un alma mezquina y amarrete que antes de entregar un puñado de billetes prefiere vivir sobresaltado y temblando de miedo y rencor, sin importarle un comino las consecuencias fatales que su tacañería puede traer a sus familiares o empleados. Usted solamente ve en peligro su vida y su tacañería puede más que su miedo. Por eso no afloja. Su resistencia podría resultar un tanto justificable si su capital lo hubiese amasado con el sudor de su frente. Pero Usted se ha enriquecido con el producto del trabajo ajeno y hasta con el producto del robo, pues me consta muy bien que cuando tenían buen precio los cueros, en esa época usted era un pobre diablo, salía usted de noche por la puerta trasera de su casa, a recibir los cuatreros que le traían cueros de animales robados por los que pagaban una insignificancia y luego revendían a buen precio. Así se enriquecieron ustedes. Yo sé esto. He gastado en este asunto bastante tiempo, papel y paciencia. Si Usted se decide a largar la moneda el próximo viernes 9 de noviembre, desde el tren, como la otra vez, debe tirarla en el paquete. Esta vez le haremos la señal del lado derecho de la vía, y el que viaja con el dinero que vaya con el coche que va delante del comedor y que lo tire por la ventanilla. Esta será la última vez que insisto. Y si nuevamente no accede ya no me detendrá ninguna consideración. Tarde o temprano, tal vez cuando usted menos lo espere, llegará mi venganza.



Firmado: Eusebio Zamacola

FOTO: FABIÁN SOSA-ELVIO ZANAZZI, PRESENTANDO LA OBRA "MATE COSIDO, SOMBRA DEL MONTE", EN BARADERO, PCIA. DE BUENOS AIRES.




Extracto de puño y letra de Zamacola – Archivo Judicial del Chaco.

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