viernes, 24 de abril de 2009

Arlequín

No hay fracaso más rotundo que haberse venido al mundo ‘pa morirse y nada más.
(La del Toro – Bersuit Bergarabat)



Entró al circo como pudo haber entrado al reino de los Bárbaros. Cruzó la línea que divide el potrero del acceso a la carpa, dio su entrada a la hermosa muchacha e ingresó al gallinero. Vio pasar malabaristas y vendedoras de manzanas en almíbar, payasos con caras de cansados y artistas volando las alturas. Y recordó que en su juventud soñaba con treparse a los talas esquivando las espinas o cruzar a nado la laguna Santos Vega. Le vino a la memoria el viejo corredor, tan amplio, tan de tierra y ternura en casa de la abuela. Vio claramente a un niño que imaginaba saltar los alambrados en una bicicleta azul. Eran épocas en que soñar era un misterio tan hermoso, tan lejos de los avances de la ciencia, tan cerca de los caminos que vivían solos, acompañados del canto de los pájaros. En la penumbra del último salto mortal puso sus manos sobre las rodillas, suspiró brevemente y buscó la puerta de salida.

Elvio Zanazzi

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