lunes, 29 de diciembre de 2008

CUENTO

EL TIGRE PENSÓ QUE PENSABA


El Tigre le decían. Era de carácter fuerte y de pocas pulgas. Dicen que no molestaba a nadie, pero no le gustaba que lo provocaran; ni siquiera le gustaba pensar que alguno lo iba a provocar. Se irritaba pronto.
Una noche en un boliche de campo, en Arrecifes, el Tigre González tomaba una copa lenta acodado al mostrador. A su lado estaba Belisario, su único amigo, entendida la amistad como la consideraba el Tigre. Bebían en silencio, mirando hacia esa nada que suelen mirar los bebedores de noches largas. Al Tigre se le ocurrió pensar que su amigo Belisario estaba pensando que era más guapo que él. Y se lo hizo saber. Le dijo: Vos estás pensando que sos mejor que yo con el cuchillo. Su amigo, sorprendido, le contestó que no, que cómo se le ocurría pensar que él estaba pensando semejante cosa. Pero el Tigre insistió. Le aseguró que estaba seguro. Y terminó por convencerlo a Belisario. Y entonces se desafiaron mutuamente. Se invitaron a salir del boliche a medir fuerzas. Belisario se olvidó que jamás se le hubiera ocurrido pensar que era mejor que el Tigre con el cuchillo. El orgullo pudo más que su memoria.
Los dos hombres salieron del bar. Había una luna grande, y los facones se volvieron espejos de ese satélite atroz que parecía reírse. Eran las primeras heladas de un invierno que apuntaba bravo. Pero la escarcha que se hundía en el pisoteo de las alpargatas, se disolvió drástica, fugaz, ante el hervor de la sangre de estos amigos que sudaban ginebra y orgullo.
El primer planazo lo tiró Belisario. El Tigre siempre supo esperar. Después, un tajo le surcó la cara indiada al Tigre, que se convenció de lleno que el otro pensaba lo que él pensaba. El acero chispeaba una música lúgubre. Eran dos carniceros disputando el desposte del honor. Era una guerra de luces y silencios y el bailoteo de la muerte, que de a ratos, se escondía socarrona detrás de un paraíso.
Hubo un tajo, y después otro, y flecos de camisas cortadas por una idea fija. De pronto los dos hombres cayeron, uno encima del otro. El Tigre, con el rostro bañado de un sudor espeso, vio de cerca la cara de Belisario. Y de repente le pareció verse a sí mismo. Estamos todo rotos, hermano –le dijo- Y sí, le contestó Belisario. Entonces el Tigre se levantó despacio y le tendió la mano. Perdoname hermano. Está frío acá y la ginebra recién a por la mitad –le dijo- Así es Tigre, respondió el otro.
Los dos hombres entraron al boliche con los restos de pilchas que sangraban. -Por la amistad- brindó el Tigre. –Que es lo primero-, brindó Belisario.



Elvio Zanazzi)
(del libro “Cuentos del Abrevadero”)

Si le interesa este libro comuníquese con el autor (elvioza@yahoo.com). Tiene un costo muy accesible. Ya se sabe: los escritores no viven de lo que ganan, sino de lo que no gastan.

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