martes, 11 de octubre de 2011

DE LA MANZANA A NUESTROS DÍAS

Tres menos cuarto de la tarde. Llego del recorrido marteano de la soda, algo cansado, porque ayer salimos a remar en el América y volvimos fatigados, sobre todo yo, que represento a los ex fumadores que engordan luego de casi un año de faltante nicotínico. Me tiro en el sillón después de haber dejado la camioneta para que un idóneo arreglador de caños de escape haga lo suyo y mañana volvamos a recorrer las calles de Ramallo mi padre, mi hijo y yo, asumiendo la empinada tarea de llevar soda y traer unos pesos para vivir. Desde el sillón prendo la tele, la TV Pública; ese canal y Encuentro son casi los únicos que miro. Están transmitiendo en vivo, precisamente Vivo.arg y arranca Liliana Herrero cantando a dúo con un entrerriano llamado Carlos “Negro” Aguirre, que este último está en Paraná y la Negra Herrero en los estudios de canal Siete. Sin embargo se las ingenian para cantar a dúo y hacerme llorar, estos guachos, estos tremendos músicos, y cuando me seco una lágrima los reverendos santosmúsicos recuerdan nada menos que a Aníbal Sampayo. Mencionan que Uruguay quiere decir “río de los pájaros” y cantan la primera parte de esa canción bellísima de Aníbal: “... El Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja...” Y yo viajo, regreso, me viene de inmediato, al corazón, al alma, al cuarentón boludo que no entiende al mundo, la cocina de la casa del Negro Castillo, en la Villa Ramallo, ahí mismo, donde se trataba con la misma sacramental pasión un cuento de Bradbury, un relato de la Poli, la mujer del Negro, directora de escuela con ojos de ver niños que se desmayaban de hambre, el dolor de un amigo o el recuerdo sagrado del Conocimiento con Virtud.
Porque Aníbal Sampayo era amigo del Negro y venía cada tanto, cuando Suecia, su salud, su plata o su paisito le permitían viajar.
Y entonces evoco que en los noventa el canal de televisión del Estado me (nos) proponía, vía Sofovich –autoridad menemista designada como interventor de Canal 7- jugarme (nos) a suerte y verdad la vida, la guita, los sueños, partiendo en dos una manzana que era –eso sí- escrupulosamente pesada por Gerardo mientras en otro plano se realizaban los preparativos para definir la vida en un torneo de Yenga.
Hay una diferencia que no amerita explicaciones entre aquella televisión timbera y esta manifestación de lo público que nos representa. Son dos países, totalmente distintos, y agradezco desde esta cocina donde escribo, la emoción, el arte, el respeto, el país que estamos construyendo, pese a todo.


Elvio Zanazzi

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