Antes, ¡Crecer era tan bello!
Resultaba una pena sumar otro peldaño.
La noche era un invento de candiles y rezos,
un juego antes del sueño,
una espera de cuadernos y mandados.
Crecer era tan lento, en el sentido utópico de demora,
la necesaria,
imprescindible parsimonia
para no caer explosivo de la tensa maroma
que indefectiblmente lía sus nudotes en el filo de las junturas,
en el tajo del tiempo que envuelve la ternura
y la deja rodando para siempre
en un remolino sin fin.
Elvio Zanazzi
martes, 30 de junio de 2009
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