jueves, 1 de mayo de 2014

TRABAJANDO


Me matan si no trabajo

(Nicolás Guillén)

Me matan si no trabajo,
y si trabajo me matan.
Siempre me matan, me matan, ay,
siempre me matan.

Ayer vi a un hombre mirando,
mirando el sol que salía.
El hombre estaba muy serio
porque el hombre no veía.
Ay, los ciegos viven sin ver
cuando sale el sol.

Ayer vi a un niño jugando
a que mataba a otro niño.
Hay niños que se parecen
a los hombres trabajando.
Ay, quién le dirá cuando crezcan
que los hombres no son niños,
que no lo son.

Siempre es bueno recordar a Guillén, uno de los más grandes poetas del mundo. En este 1º de Mayo es necesario refrescar la memoria y comprometer la conciencia. En mi país, Argentina, estamos mejor, mucho mejor que en el año 2000. No sólo había entonces desocupación sino salarios espantosos y resignados. Del noventa al 2000 nos dejaron en ruinas. Privatizaron empresas instalando el discurso de un "Estado derrochón y vago" y se largaron a la carrera de los grandes negociados. En mi patria chica, Ramallo, lo vi bien de cerca con Somisa (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina). Miles de trabajadores en la calle, Menem puso interventores de la talla de Jorge Triaca, sindicalista de los Plásticos, de aquel sindicalismo menemista, famosos gordos de la cgt entre ellos Luís Barrionuevo, ahora massista y siempre bocón, portadores para siempre del síndrome social que sostenía con votos el desguace del país y la pobreza que aún hoy cuesta levantar. La misma suerte corrieron los trabajadores ferroviarios, navales, telefónicos, petroleros (porque privatizaron/mos el petróleo, único caso en el mundo). Nos quedamos sin línea aérea de bandera, sin barcos, sin YPF, pero con Alsogaray peronista, Bunge y born peronista, adelina de viola peronista, bernardo neustad peronista. Una etapa donde los cavallo eran "ministros de lujo" y la "cholulería" la abanderada social de una comunidad arrasada por un proceso económico y social, pero sobre todo cultural, que produjo décadas de analfabetismo político que hoy, como la pobreza, seguimos padeciendo. Ahora hubo un 2003, aunque lo quieran negar los mezquinos. Y hubo un Kirchner, al que confieso no haber votado en la primer elección. Voté en aquella mañana por Patricia Walsh, candidata a Presidente por Izquierda Unida. Desconfiaba de Kirchner, pero sobre todo de Duhalde, de toda la runfla statuqüista (permitaseme inventar esta palabra fea) que aún hoy pulula entre la dirigencia política de todas las fuerzas o fuercitas políticas, sobrevivientes de cualquier naufragio, que siempre tienen un palo a mano donde sostenerse y esperar que la tormenta escampe. En ese marco rancio y complicado la aparición de Néstor Kirchner/Cristina Kirchner y la reaparición con él/ellos de las banderas que parecían imposibles de izar en una patria que ya no resistía más muertos en las luchas, fue un tremendo golpe de timón a una barca desahuciada. Los derechos recuperados, el avance en material social, económica, de justicia, nos puso en un territorio de debate, lento es cierto, pero al menos de ebullición con la cocina en mínimo. También dependerá de nosotros en tanto sociedad, sacar un poco la vista de la televisión berreta y hacernos cargo de los derechos a defender, y aún a conseguir. Los trabajadores sobre todo, los que generamos las riquezas, debemos ocuparnos de acaparar el conocimiento, de recuperar la pasión por las cosas que nos ponen o sacan el plato de comida, de recuperar la cultura como bandera del cambio real, efectivo, sostenible, más allá de la estética solitaria. Y debemos hacerlo con el mismo interés con que mirarmos el futbol o los paneles de vedettes y famosos de los mediodías argentinos. E.Z.

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